En la Indefensión
Octavio Rodríguez
Araujo.
La Jornada
09/09/2010
Aunque
la sociedad sigue perdiendo en todos sentidos en la guerra de Felipe Calderón,
ya vamos de gane: varios periódicos dicen abiertamente que elementos del
Ejército asesinaron, sí, asesinaron a dos personas e hirieron a otras. La
libertad de expresión, que hace 30 años no existía cabalmente, ahora se ejerce
sin cortapisas. Que si esas personas rebasaron a un convoy militar o no
atendieron un alto en un retén, es lo de menos. Les dispararon sin haber visto
armas en manos de las víctimas, sin saber algo de ellas, es decir si eran o no
sospechosas de ser delincuentes. Les dispararon porque sí. Este es el hecho. Y
no es el primero y, como van las cosas, tampoco el último.
Una
disculpa y una indemnización no son suficientes para aliviar el dolor de los
deudos y el trauma de los sobrevivientes. Lo que está ocurriendo debe
detenerse. Las fuerzas militares, entrenadas para matar (si no, ¿para qué son
soldados?), no deben jugar el papel de policías (que a veces también matan,
como también muchos civiles).
Elementos
del Ejército y de la Marina no sólo persiguen delincuentes, sin fundamento
legal alguno, sino que asesinan gente. Y, en este caso, no importa si son
delincuentes o blancas palomitas. Todos, incluso los peores asesinos, tienen
derecho a un juicio. En esta “guerra” no. Se les mata aunque no hayan sido
encontrados en flagrancia o con un arma en la mano amenazando al enemigo. Y el
problema es que ni siquiera se trata de una guerra legal. Y no es legal no sólo
porque no ha sido declarada por el Congreso sino porque no hay un ejército
contrario. Y esto no lo digo por los uniformes o distintivos, pues hay guerras
legales en las que incluso los combatientes regulares no están obligados a usar
vestimentas especiales que los distingan de los civiles. Los delincuentes no
forman un ejército, por más armados que estén. Deben ser identificados,
detenidos y enjuiciados por las autoridades civiles, y sólo en caso de defensa
de éstas disparar para salvar su vida o para evitar desastres mayores.
Aceptando,
sin conceder, que los militares han sido comisionados como coadyuvantes de la
autoridad civil para perseguir delincuentes, su papel debiera ser análogo a la
policía preventiva o ministerial, y no disparar a todo lo que se mueva. ¿Cuál es el argumento para disparar a un
vehículo y sus ocupantes porque no respetan un retén ilegal (pues los retenes
militares no tienen apoyo legal ni siquiera en la Ley Federal de Armas de Fuego
y Explosivos) o porque rebasaron un convoy militar? Ninguno. “Es
que están entrenados para matar”, dijo el martes alguien en la radio. Esto no justifica nada. Si tengo un perro
entrenado para el ataque y éste hiere o mata a una persona, el responsable soy
yo, no el perro. Pero un perro es un
animal, un soldado es una persona. Y aunque sea por sentido común (para no
hablar de protocolos de guerra), si un soldado ve un vehículo sospechoso lo
detiene, aunque sea ilegal (artículo 16 constitucional), lo revisa (aunque siga
siendo ilegal) y lo pone a disposición del Ministerio Público (acto, éste sí,
legal) para lo que proceda de acuerdo con la ley, o simplemente lo deja ir
porque sus sospechas carecieron de fundamento. ¿Dispararle? ¿Por qué?
¿Porque los soldados están entrenados para matar? Muchos sicópatas también,
pero deberían estar en un hospital siquiátrico y no darles armas. No hay excusa.
Si
Calderón no entiende que su guerra ya se le fue de las manos, algo está muy
mal. Debe detener esta guerra y cambiarla por otra estrategia. ¿O deberé ir a
40 kilómetros por hora si en mi camino a la universidad me topo con un convoy
militar y no quiero que me disparen por rebasarlo?...
Vivimos
en la indefensión y lo único que nos dejan, todavía, es el ejercicio de la
libertad de expresión. Menos mal. Espero que no me traiga consecuencias. Por si
las dudas, le aclaro a Calderón, quien me conoce de otros tiempos, que no
trafico con drogas, que no ando armado y que sólo me dedico a trabajar
lícitamente. Ni siquiera tengo infracciones de tránsito.
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